Sentir la
libertad de pasear por las calles de esta hermosa ciudad, coincidir con gente o
simplemente disfrutar de mis propios pensamientos mientras me dirijo sin rumbo
a cualquier lugar.
Pasar de
sentir terror ante una moto a emocionarme con su rugido y sentir como hasta los poros de mi piel sienten
la velocidad sobre ella.
Desechar la
idea de independencia en solitario por creer que no sería capaz de vivir sólo
conmigo misma para descubrir que soy mi mejor compañera y aprender a conocerme
como jamás antes lo hice.
Vivir la noche
más que el día, aprovechar los pequeños momentos de compañía y soledad, amar
por momentos pero tan intensamente como si fuesen años, conducir hasta no poder
más, pasar amaneceres en otras direcciones y mantener conversaciones
trascendentales en lugares inhóspitos.
Pensar
demasiadas veces antes de actuar no da iguales resultados que actuar según los instintos
más rápidos pues los viajes que surgen sin planearse son los que mejor resultan
y gozarse de caprichos es un lujo.
Los cambios
pueden asustar pero debemos saber manejarlos para reinventarnos.
Yo lo hice,
cambié, lo sé, pero ahora soy quien realmente siempre quise ser…
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