Querido amigo
que volviste al presente desde aquel pasado
donde dejamos historias que no se llegaron a cerrar.
El ayer,
querido amigo, me trae miles de imágenes que se amontonan en mi cabeza al
volver a aquella época en la que tú y yo éramos una única persona, cuando una
simple mirada desplazaba a cualquier conversación o un abrazo era mucho más que
un símbolo de afecto. Allí donde la complicidad era tal, que nadie más que
nosotros podría entenderla porque había un sentimiento tan fuerte que hasta
respirar se tornaba difícil si el otro no estaba cerca. Y es que, conocerse
tanto realmente es hermoso.
El ayer,
querido amigo, tiene tantos aciertos como errores, tantas luchas como derrotas,
tantos sueños rotos como metas cumplidas y tanto amor como odio que nos dejó el
legado más valioso, la experiencia.
El hoy,
querido amigo, supone una nueva encrucijada en la que tomamos rumbos contrarios
pues dicen que tras la tempestad llega la calma, que el tiempo todo lo cura y
lo pone en su lugar y que, aunque agua pasada no mueve molinos, donde hubo
fuego, cenizas quedan.
El hoy,
querido amigo, implica vivir como jamás antes lo hice, amar diferente pero con
la misma intensidad, visitar lugares que siempre quise, descubrir nuevas
personas y aficiones y aprender cada mañana que soy la verdadera dueña de mi
destino y dejando que la nueva rutina entierre las lágrimas para dar paso a las
sonrisas.
El mañana, querido
amigo, se antoja con la ilusión de seguir consiguiendo aquello que desde hace
años deseamos cuando, por error o tal vez acierto, decidimos unir y separar nuestros
caminos.
El mañana, querido amigo es mirar atrás y comprobar cómo edificamos sobre las ruinas del edificio anterior y creamos fuego donde había cenizas.